La Constitución Española fue redactada en los primeros días de una España sin dictador, pero sin una democracia, con grandes dudas sobre el futuro de la misma. El ruido de sables aún sonaba en los cuarteles, y el monarca que aún lo era por designio del dictador hacia equilibrios para evitar que se despeñara el proceso. Los partidos de izquierda respaldaron esa Constitución mirando de reojo que ocurría en una España donde las calles aún olían a incienso y palios bajo los que desfilaba el dictador, una España gris de tecnócratas de una dictadura que ocupaban todos los puestos importantes en las instituciones presentes y en las que se crearían. El Opus en aquellos tiempos coloco estratégicamente a su gente en las instituciones, se acepto una monarquía frente a una república porque era eso o la confrontación de nuevo, y había demasiados muertos a las espaldas de muchos españoles, unos por la guerra, otros por la represión, y otros por el hambre que vino tras la guerra, y quizás por temor.
Más de tres décadas después, esta España es más moderna, ha ido soltando los complejos del Nacional Catolicismo y abriendo las puertas a una concepción social más amplia, legalizado el aborto, el matrimonio entre personas del mismo sexo, creado la sanidad (pública, universal y gratuita que no existió hasta la llegada del socialismo), aumentado exponencialmente la calidad de la enseñanza pública, acceso a la universidad, un sistema de pensiones digno, y un largo etcétera de conquistas sociales. Nada parecido a esa España en blanco y negro, gris mental. ¿Escribiríamos la misma Constitución hoy que hace más de tres décadas?
Hace poco tuve la oportunidad de tener una reunión en el Parlamento Europeo, en la que un compañero del Grupo Socialista a una pregunta sobre si Europa tenía futuro contestó, si en la época del Imperio Romano, o del Británico, o el Español, o en el esplendor de la civilización Egipcia o Maya, alguien preguntase si se acabaría, les dirían que si estaban locos, y todo eso paso y dio lugar a otras concepciones, a otros tiempos, a otras formas de convivencia, normas y estrategias políticas. Yo pregunto, ante el ataque sistemático del capitalismos neoliberal y de los mercados financieros ¿está garantizada la sanidad (púbica, gratuita y universal) la educación pública de calidad, el acceso libre de todos (independientemente de las rentas) a la universidad, a unas pensiones dignas y como las conocemos, a una protección de los dependientes, al mantenimiento de leyes que protegen derechos civiles como el aborto, el matrimonio entre personas del mismo sexo? ¿Puede un gobierno con mayoría absoluta amplia cambiar todo esto? ¿Estamos libres de retroceder en derechos fundamentales y libertades por interés del mercado y el capital? ¿Se respetan todos los principios fundamentales de la Constitución Española, tales como los relacionados con el trabajo, la vivienda?
Está claro que es momento de hacer una reforma en profundidad de la Carta Magna, simplemente establecer en la misma todos los derechos y libertades conquistadas en estas tres décadas, y que ahora parecen estar en peligro, de tal forma, que gobierne quien gobierne, estén garantizados. De lo contrario no tardando mucho, tendremos mucho menos que cuando se redacto la actual Constitución. Luchemos por cambiarla, la sociedad lo pide, la mayoría social lo pide.