En el año 2013 murió uno de los grandes hombres de la historia de la humanidad, Nelson Mandela, dejando como legado para la historia su inmensa capacidad de perdonar, con el fin de un objetivo mayor al sufrimiento propio, y que no era otro que la reconciliación de su nación para terminar con el apartheid, el cruel sistema de segregación racial aplicado en Sudáfrica. Desde mi admiración por su ejemplo, quiero basar mis deseos y convicciones para el 2014 en ese legado que Mandela deja a toda la humanidad.
Únicamente seremos capaces de avanzar cuando, en este camino, nos demos cuenta de que sólo es posible la transformación si cada uno de nosotros es capaz de perdonar al otro, y de encontrar el perdón del otro. Solo desde la grandeza y la altura de miras de aún sabiéndonos diferentes encontrar aquello que nos une, podremos hacer grandes cosas. Nelson Mandela, y tantos otros personajes de la historia de la humanidad, entendieron que sólo son posibles las grandes revoluciones, duraderas y sostenibles en el tiempo, si se hacen desde la capacidad de perdonar y ser perdonado, desde la grandeza de encontrar aquello que nos une por un bien común, en lugar de buscar permanentemente la diferencia. España reencontró su espacio en el Mundo, tras los oscuros años de la dictadura, porque supimos encontrar lo mejor de nosotros mismos para ser capaces de pactar y consensuar con el otro, con el diferente, con el que estaba en una opción muy distinta a la nuestra. Hoy, España se encuentra perdida y sin rumbo porque no tenemos líderes de talla que sepan aglutinarnos a todos en un proyecto común, en un viaje ilusionante por recuperar nuestra esencia como pueblo y nuestro lugar en el Mundo. Es la época y el momento de un gran cambio generacional, es tiempo de ir jubilando a quienes llevan 30 años en puestos de poder, es tiempo de reflexionar sobre qué modelo de sociedad deseamos ser, pactar cómo debe ser el modelo educativo, económico, sanitario, social… no cambiar todo con cada gobierno de turno, y poner al frente a las personas más preparadas, con un fuerte liderazgo, sólo así volveremos a ser lo que nunca debimos dejar de ser, un gran pueblo.
Es cierto que nos lo ponen muy difícil, cuando atacan nuestras libertades, cuando desahucian a la gente de sus casas, cuando el número de pobres en nuestro país y en todo el contexto europeo se ha disparado, cuando los comedores sociales día a día se llenan de más gente que no tiene ni qué comer, cuando los comedores escolares tienen que abrir las puertas durante las fiestas para que los niños al menos hagan una comida caliente al día, cuando más del 25% de la población está en paro y sin posibilidades de encontrar un trabajo (y mucho más preocupante es que esa cifra se duplique entre los jóvenes), cuando millones de personas siguen muriendo en el tercer mundo mientras en el primero tenemos los remedios para que no mueran, cuando la desigualdad social aumenta sin freno, cuando los que gobiernan no saben dar respuestas claras a un pueblo desesperado y decepcionado, cuando lo que parecían primaveras de libertad se han convertido en más de lo mismo pero con otras caras.
He aprendido de mis abuelos que, a pesar de haber sido perseguidos, torturados y condenados a muerte por defender el legítimo gobierno de la República, la grandeza no estuvo sólo en la lucha por unos ideales sino en saber perdonar en el momento de la muerte del dictador, haciendo así posible una transición que hoy nos permite vivir en una democracia. Yo tuve la suerte de conocerlos y de aprender grandes cosas de ellos, pero otros muchos están en tumbas comunes, en las mismas cunetas que les vieron morir. Ellos son parte del Gran Perdón con mayúsculas de la mitad de una España que, apostando por una vida en democracia, hizo borrón y cuenta nueva, escribiendo así una Constitución que nos trajera la Libertad. Ellos son un ejemplo, al igual que Mandela (España ha tenido millones de “mandelas” anónimos), gentes que no pidieron revancha, que no exigieron venganza, el ojo por ojo. Ellos tenían una visión mayor de lo que era bueno y necesario para España en ese momento, la Libertad, que estaba por encima de todo. Eso sí, sin perder la Memoria Histórica, porque el problema es que quienes pretenden revisar la historia, desde posiciones conservadoras, lo hacen eliminando de esa Memoria la grandeza y la generosidad de esta multitud de “mandelas”.
La grandeza es de ellos, claro ejemplo de perdón, y no la de tanto agitador que desde los pulpitos religiosos, mediáticos o políticos nos siguen intentando adoctrinar como a borregos sobre el aborto, las libertades individuales y colectivas, sobre la homosexualidad, abriendo odios y miedos a todo lo nuevo, a todo lo desconocido. Dictando lo que es bueno y lo que no, separando familias, imponiendo una sola verdad (la suya) sobre la razón, enfrentando hermano contra hermano, y reproduciendo historias del pasado de las que todos queremos huir. Los radicales de derechas y de izquierdas, los extremistas de cualquier lado, no quieren el entendimiento, ni la razón, ni saber pedir perdón y perdonar. No entienden de convivencia, ni de valores humanos, no asumen compromisos, ni saben lo que es sentir con el otro, por el otro y para el otro, porque no saben de entrega, de solidaridad, de sinceridad. No saben que todos, todos sí… todos, nos equivocamos, y no comprenden que no pueden seguir habiendo dos Españas del enfrentamiento (cuando menos) porque eso nos debilita, nos mata. Debe haber, eso sí, tantas Españas de la diversidad como sean necesarias, vividas desde el respeto a la diferencia, enriqueciéndonos con lo distinto y sin ningún miedo por ello, en la seguridad de que la suma de todos nos hace más grandes, más fuertes, engrandece esa Libertad de la que tanto hablamos y que tan poco nos dejan ejercer.
Creo en el legado de Mandela, que hay que hacer un gran esfuerzo por saber perdonar y por estar a la altura de los retos que la vida nos impone, desde la lucha activa por los valores y principios que nos hagan más libres, justos e igualitarios, a cualquier otro nivel de nuestra vida.
Te deseo a ti y a los tuyos lo mejor para el 2014, y que los sueños, esperanzas e ilusiones se vean cumplidos, que haya trabajo y salud para todos, y que seamos capaces de recuperar los derechos y libertades que nos han robado.
Únicamente seremos capaces de avanzar cuando, en este camino, nos demos cuenta de que sólo es posible la transformación si cada uno de nosotros es capaz de perdonar al otro, y de encontrar el perdón del otro. Solo desde la grandeza y la altura de miras de aún sabiéndonos diferentes encontrar aquello que nos une, podremos hacer grandes cosas. Nelson Mandela, y tantos otros personajes de la historia de la humanidad, entendieron que sólo son posibles las grandes revoluciones, duraderas y sostenibles en el tiempo, si se hacen desde la capacidad de perdonar y ser perdonado, desde la grandeza de encontrar aquello que nos une por un bien común, en lugar de buscar permanentemente la diferencia. España reencontró su espacio en el Mundo, tras los oscuros años de la dictadura, porque supimos encontrar lo mejor de nosotros mismos para ser capaces de pactar y consensuar con el otro, con el diferente, con el que estaba en una opción muy distinta a la nuestra. Hoy, España se encuentra perdida y sin rumbo porque no tenemos líderes de talla que sepan aglutinarnos a todos en un proyecto común, en un viaje ilusionante por recuperar nuestra esencia como pueblo y nuestro lugar en el Mundo. Es la época y el momento de un gran cambio generacional, es tiempo de ir jubilando a quienes llevan 30 años en puestos de poder, es tiempo de reflexionar sobre qué modelo de sociedad deseamos ser, pactar cómo debe ser el modelo educativo, económico, sanitario, social… no cambiar todo con cada gobierno de turno, y poner al frente a las personas más preparadas, con un fuerte liderazgo, sólo así volveremos a ser lo que nunca debimos dejar de ser, un gran pueblo.
Es cierto que nos lo ponen muy difícil, cuando atacan nuestras libertades, cuando desahucian a la gente de sus casas, cuando el número de pobres en nuestro país y en todo el contexto europeo se ha disparado, cuando los comedores sociales día a día se llenan de más gente que no tiene ni qué comer, cuando los comedores escolares tienen que abrir las puertas durante las fiestas para que los niños al menos hagan una comida caliente al día, cuando más del 25% de la población está en paro y sin posibilidades de encontrar un trabajo (y mucho más preocupante es que esa cifra se duplique entre los jóvenes), cuando millones de personas siguen muriendo en el tercer mundo mientras en el primero tenemos los remedios para que no mueran, cuando la desigualdad social aumenta sin freno, cuando los que gobiernan no saben dar respuestas claras a un pueblo desesperado y decepcionado, cuando lo que parecían primaveras de libertad se han convertido en más de lo mismo pero con otras caras.
He aprendido de mis abuelos que, a pesar de haber sido perseguidos, torturados y condenados a muerte por defender el legítimo gobierno de la República, la grandeza no estuvo sólo en la lucha por unos ideales sino en saber perdonar en el momento de la muerte del dictador, haciendo así posible una transición que hoy nos permite vivir en una democracia. Yo tuve la suerte de conocerlos y de aprender grandes cosas de ellos, pero otros muchos están en tumbas comunes, en las mismas cunetas que les vieron morir. Ellos son parte del Gran Perdón con mayúsculas de la mitad de una España que, apostando por una vida en democracia, hizo borrón y cuenta nueva, escribiendo así una Constitución que nos trajera la Libertad. Ellos son un ejemplo, al igual que Mandela (España ha tenido millones de “mandelas” anónimos), gentes que no pidieron revancha, que no exigieron venganza, el ojo por ojo. Ellos tenían una visión mayor de lo que era bueno y necesario para España en ese momento, la Libertad, que estaba por encima de todo. Eso sí, sin perder la Memoria Histórica, porque el problema es que quienes pretenden revisar la historia, desde posiciones conservadoras, lo hacen eliminando de esa Memoria la grandeza y la generosidad de esta multitud de “mandelas”.
La grandeza es de ellos, claro ejemplo de perdón, y no la de tanto agitador que desde los pulpitos religiosos, mediáticos o políticos nos siguen intentando adoctrinar como a borregos sobre el aborto, las libertades individuales y colectivas, sobre la homosexualidad, abriendo odios y miedos a todo lo nuevo, a todo lo desconocido. Dictando lo que es bueno y lo que no, separando familias, imponiendo una sola verdad (la suya) sobre la razón, enfrentando hermano contra hermano, y reproduciendo historias del pasado de las que todos queremos huir. Los radicales de derechas y de izquierdas, los extremistas de cualquier lado, no quieren el entendimiento, ni la razón, ni saber pedir perdón y perdonar. No entienden de convivencia, ni de valores humanos, no asumen compromisos, ni saben lo que es sentir con el otro, por el otro y para el otro, porque no saben de entrega, de solidaridad, de sinceridad. No saben que todos, todos sí… todos, nos equivocamos, y no comprenden que no pueden seguir habiendo dos Españas del enfrentamiento (cuando menos) porque eso nos debilita, nos mata. Debe haber, eso sí, tantas Españas de la diversidad como sean necesarias, vividas desde el respeto a la diferencia, enriqueciéndonos con lo distinto y sin ningún miedo por ello, en la seguridad de que la suma de todos nos hace más grandes, más fuertes, engrandece esa Libertad de la que tanto hablamos y que tan poco nos dejan ejercer.
Creo en el legado de Mandela, que hay que hacer un gran esfuerzo por saber perdonar y por estar a la altura de los retos que la vida nos impone, desde la lucha activa por los valores y principios que nos hagan más libres, justos e igualitarios, a cualquier otro nivel de nuestra vida.
Te deseo a ti y a los tuyos lo mejor para el 2014, y que los sueños, esperanzas e ilusiones se vean cumplidos, que haya trabajo y salud para todos, y que seamos capaces de recuperar los derechos y libertades que nos han robado.