España ha tenido muchos episodios oscuros y negros, la dictadura franquista es sin lugar a dudas uno de los más duros de nuestra historia. Fracturó España en dos, y asesino, torturo e hizo desaparecer a todos aquellos que la cuestionaban. La muerte del dictador abría muchos interrogantes, demasiados. Muerto el dictador, deja un Rey con poderes absolutos para que desarrolle la continuidad de la obra franquista. El Rey, al que se le otorga un papel fundamental en el periodo entre la muerte del dictador y la actual democracia en la que vivimos, no hubiese sido nada sin el papel fundamental de Suarez. Un Suarez al que todos echaron el 81, y que ahora todos recuerdan con emoción y cariño.
Suarez demostró que la capacidad del dialogo, sin prejuicios establecidos, puede hacer de este país una gran nación, demostró que los pactos y el consenso hacen que los mayores obstáculos sean sorteados. Suarez demostró que no solo creía en la democracia, sino que supo sortear las dificultades para alcanzarla. Legalizó a todos los partidos políticos, incluido el Partido Comunista (algo que no le perdonarían los militares). Dio paso a una constitución que no fuese aprobada por mayoría, sino por consenso, la Constitución de todos los españoles, como una especie de unión de aquellas dos Españas rotas en la guerra civil y posterior dictadura.
Pero alguien que es capaz de dar pasos tan fundamentales, y en tan poco tiempo, se genera una gran lista de enemigos. Internos dentro de su partido, en el ejército, en la iglesia, en la oposición, incluso el Rey participó en dejar caer a Suarez. Nos demostró en el año 81 la dignidad de dimitir (“dimitir”, un verbo que ya nadie usa), un gesto que dice mucho de Suárez.
Pero la historia le tenía reservado aún otro papel más de ejemplo, su dignidad defendiendo el cargo de Presidente frente a los golpistas del 23 de febrero.
Hoy los españoles, más que nunca, estamos necesitados de referentes intelectuales, sociales y morales, que nos sirvan para creer en la política como único instrumento de transformación, mejora y crecimiento. Necesitamos poder creer, fiarnos y sentir la dignidad de quienes dicen representarnos.
Sirvan estos días, en los que oiremos hablar del legado de Suárez, para replantearnos nuestra actual democracia, quizás sea el momento de un nuevo periodo como el producido en aquellos años en los que Suárez era Presidente del Gobierno.
Descanse en Paz.